Viña Las Perdices guarda en su porfolio una verdadera joya. Destacada entre sus singularidades, constituye una opción muy preciada para quienes aman los blancos. Con aire de mar y elaborada en la cordillera, su etiqueta de Albariño se encuentra a la altura de un grato secreto a descubrir.
Agrelo fue el lugar donde se gestó la primera etiqueta de esta variedad en el país. Se trata de una cepa de origen portugués y gran aceptación en los paladares españoles, al punto que es donde se popularizó internacionalmente y donde más se la cultiva en el mundo. Llegó al país de la mano de Juan Carlos Muñoz, Chief winemaker y presidente de Viña Las Perdices:
“Trajimos hace años las primeras plantas desde Europa y las implantamos acá, logrando excelentes resultados al punto que hoy tenemos nuevos proyectos al respecto. Actualmente hemos plantado hectáreas adicionales que importamos a través de un vivero italiano, cuando esas plantas entren en producción es muy probable que ampliemos el porfolio desarrollando algunas ideas en torno a esta variedad que nos gusta tanto”.
La Albariño logró amoldarse al terroir mendocino, su canopia es muy ventilada debido a sus entrenudos largos, lo cual posibilita la correcta circulación de aire. Sus uvas forman un racimo de tipo laxo, característica que la beneficia en caso de lluvias y otras contingencias. El ingeniero Muñoz cuenta cómo fue el particular proceso de adaptación y su posterior desarrollo de un varietal que hasta entonces no existía en Argentina:
“La variedad se adaptó extraordinariamente bien en nuestra finca en Agrelo, a 1.030 metros sobre el nivel del mar. Nosotros tenemos que manejar el punto de cosecha para lograr una fruta más fresca que no pierda acidez, cosechar a tiempo para que no sobremadure porque obviamente tenemos mucho más sol que en Europa. Tenemos condiciones muy distintas, por lo que los perfiles van a ser diferentes, pero la característica varietal, su tipicidad, se mantiene y aparece muy marcada en nuestro Albariño”.
Su origen marítimo y su gran adecuación a la altura, logra en Agrelo expresar todo el carácter de la cordillera de los Andes a través de un vino de complejidad aromática y peso en boca. Muy equilibrado y persistente, fresco, envolvente y elegante en la sutileza de sus notas florales, frutales y herbáceas. El Albariño de Viña Las Perdices conforma una propuesta sumamente interesante para maridar con platos de mar en torno a mariscos, pulpos o pescados y con elaboraciones de arroces como paellas y risottos. Es un gran compañero para postres y equilibrar matices. También hay quienes prefieren disfrutarlo como aperitivo en la simpleza de un atardecer.
Su presentación responde al cuidadoso perfil estético que acostumbra Viña Las Perdices, con una etiqueta de acabado metálico que destaca en plata el tipo de varietal junto a imágenes florales con detalles dorados que denotan la sutileza de sus notas aromáticas. Su botella Signature de 750 ml es importada desde Francia, cuenta con cuello largo, cuerpo cónico prolongado por un talón que le proporciona un carácter propio y muy distinguible.
Sin dudas, la bodega pionera de Agrelo ha logrado gran identificación con este varietal muy requerido entre los amantes de los blancos y las singularidades. De las 7,2 ha que se cultivan en Mendoza 4 se dan en la finca de Viña Las Perdices, alcanzando así las 20.000 botellas anuales, lo que permite que esté presente en vinotecas, restaurantes y demás canales de distribución.
Si estás entre quienes aman a esta joya, podés encontrarla a un clic en la tienda online y compartir esta nota con quien quieras brindar junto a una copa de este exquisito Albariño.